Le miro, clavo mi infinita mirada en sus preciosos ojos, no la quito hasta que él no la quite. Veo a un chico misterioso que, aunque se que esta ya ocupado por otra persona, intento ocultar mis sentimientos y emociones. Desearía no ocultarlos, decírselo con la mirada, con el color de mis ojos, que se asoman, y cuentan cada sentimiento uno a uno. Nos miramos fijamente durante un tiempo que parece eterno. Pero estoy acostumbrada, el tiempo es infinito junto a él. Cuanto más me acerco a él, más nerviosa me pongo, casi tanto, que noto un ligero cosquilleo por mi estómago, como si fueran mariposas revoloteando en mi interior; pero aún así no me hace perder la mirada.
Estamos a milímetros de separación, sentada, al lado suyo, que aún así se me hace la distancia larga. Mi corazón me llama con todas sus fuerzas, intentando desahogarme y mostrar mis sentimientos.
Por un momento se para el tiempo, imaginando todo lo que deseo en estos momentos: que me acariciase las mejillas con su mano, sintiendo su calor en mí, abrazarnos. Que nuestros ojos quedaran cerrados, como si fueran ciegos, como si se perdiera la mirada en el horizonte y, que nuestros labios se uniesen; que crearan una sinfonía de sentimientos, y todos metidos en un largo beso. Mi mente se abría quedado en blanco, como si se concentrara nada más en mí y en sus labios. El tiempo y el silencio se rompe, y es ahí, cuando todo vuelve a la realidad. Sigo mirándole, hasta que ya por fin me doy cuenta que todo fue una imaginación.
Desvío la mirada y mi corazón late más deprisa, grita, deseando que hubiese ocurrido lo que tanto deseo.
Ahora sé que no hacen falta palabras,
sólo miradas.
''Las miradas son como susurros''